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Sociedad

Le pegaron al grito de "no puede haber putos argentinos con un Papa argentino"



Ocurrió en una amplia y bella quinta de Beccar, en el próspero partido de San Isidro. Una fiesta privada había reunido a 200 personas en la zona norte del Conurbano Bonaerense, pero la alegría del festejo de los últimos días del verano se vio interrumpido por la agresión física. Entre tanto baile, besos y diversión, los dos jóvenes se habían acercado y tomado de la mano. Ahora están recuperándose de los golpes. A las trompadas que les dieron sumaron una supuesta justificación religiosa "¡El Papa es argentino y ustedes son una vergüenza!"
Varias personas los increparon, invocando la argentinidad del  papa Francisco, entre ellas, dos hermanos de apellido Amenábar, que son alumnos del Colegio Marín, una tradicional casa privada de estudios de  esa zona, que pertenece al Obispado de San Isidro. Así fue que uno de los invitados golpeó a uno de ellos "por puto y desubicado". También les argumentaron que eran "deformes" porque "no pueden procrear".
Tiempo Argentino dialogó con Agustín Sargiotto, pareja de Pedro Robledo, que recibió una trompada en la nariz. "Nos invitaron a una fiesta –comenzó diciendo Agustín– donde estaban invitados amigos míos y de Pedro, y familiares míos y de Pedro. Los dos conocíamos quiénes organizaban la fiesta, por eso fuimos. En un momento, Pedro y yo nos dimos un beso y apareció un pibe que nos dice: 'Esto es una casa católica, y ustedes están desubicados'. Desde luego, creíamos que se trataba de un chiste, por eso nos reímos. Como el pibe insistía, Pedro le dijo: 'Yo también soy católico, y comulgo.' Ahí el pibe se enojó más: "'No, no. No puede haber putos argentinos habiendo un Papa argentino. Ustedes son anormales se tienen que esconder'. Y ahí, ese otro chico, que tiene unos 19 años y se llama Juan Ignacio Amenábar, le pega una trompada en la cara a Pedro. Pedro cae inconsciente al piso. El pibe este siguió con todo, y con su hermano empezaron a gritarle a Pedro que se levante, que no sea puto, que se la aguante. Por supuesto, Pedro no escuchaba nada. Después de empujones, gritos e insultos, retos y defensas de las mujeres, llegó la ambulancia y lo llevamos hasta la clínica Las Lomas, de San Isidro. Pedro seguía desmayado."
Un nuevo tipo de agresión esperaba en el sanatorio. Más sutil, pero no menos dolorosa. "La doctora insistía en desoír lo que yo y mis amigos le contábamos –añadió Agustín. Nos preguntó unas diez veces si no estábamos seguros de que no estaba drogado o había tomado alguna droga. Cuando Pedro se despierta, y mejora, ahí le pedimos a la doctora que nos dé un certificado de la causa de la internación. ¿Sabés lo que responde? 'Esto les pasa por darse besos obscenos.' Ahí nos enojamos, todo tiene un límite. Llamamos a la policía, pero ella no quería. Cuando al fin nos dio el certificado, puso: 'Contusión producto del impacto de una caída desde una altura similar a la suya'."
¿Y en la comisaría? ¿Nueva agresión? "¿Sabés que no? –contestó Agustín. Nos trataron súper bien. Después supimos que es la que admitió al primer policía gay, la quinta de San Isidro", concluyó Agustín.
Tiempo buscó comunicarse con los poropietarios de la casa de la fiesta, en la calle Juan José Díaz al 1800, cuyo dueño es Martín Castro, pero no hubo respuesta a reiterados llamados.
Diferentes organismos se hicieron eco de la denuncia. Entre ellos, la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, que expresó su "preocupación tras el ataque homófobo". Esteban Paulón, presidente de la Federación, expresó "la agresión sufrida por Pedro y Agustín es muy grave. Pero más grave aún es que esto ocurre cotidianamente en diversas partes del país y no contamos con una ley de penalización de actos discriminatorios que brinde herramientas efectivas para la prevención de este tipo de hechos

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