Fue tal vez la señal más firme del camino que ofrece a la grey católica. Bergoglio dijo que antes que condenar, la Iglesia debe amar "a quien quiera que se tenga enfrente". También habló de las reformas en la estructura del Vaticano.
Una vez más, el Papa Francisco subrayó que la Iglesia Católica es una casa en la que pueden entrar todos. Divorciados, homosexuales, mujeres que abortaron: todos tienen un lugar porque "la Iglesia, antes de condenar, ama a quien quiera que tenga enfrente". En una publicación considerada "histórica" de la revista quincenal de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, Jorge Mario Bergoglio mantuvo entrevistas durante tres días en las que retrató a la institución que lidera "como un hospital de campo después de una batalla" y dijo "que es inútil preguntarle a un herido si tiene el colesterol o la glucosa alta: ¡hay que curar sus heridas!”, y después "podremos hablar de todo el resto".
En un coloquio con el director de la revista fundada en 1850, el sacerdote Antonio Spadaro –una charla de seis horas dividas en tres encuentros, que dio como resultado 29 páginas–, el ex arzobispo de Buenos Aires se definió como "un pecador", puntualizó cuál debería ser el rol de la Iglesia en la era modera, habló sobre sus usos y costumbres y dijo, entre otras cosas, que tiene "un carácter fuerte" pero que nunca fue de derecha.
Francisco resaltó que la Iglesia no tiene que obsesionarse con "los valores no negociables", como el aborto, el matrimonio homosexual y el uso de los métodos anticonceptivos. “En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales, que son 'heridos sociales' porque me dicen que sienten que la Iglesia los condenó siempre", aseguró el Papa, quien recordó el vuelo de regreso de Río de Janeiro cuando dijo que, "si una persona homosexual es de buena voluntad y está buscando a Dios", él no es "nadie para juzgarla".
Con respecto al divorcio y al aborto, Bergoglio aseguró: "El confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos. Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de aquello esta mujer se volvió a casar y ahora vive en paz con cinco hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?" Para Francisco, frente a estas situaciones, la Iglesia debe ser "misericordiosa" y acoger a quienes más sufrieron y sufren.
El obispo de Roma añadió luego que tiene un "carácter fuerte pero no soy (y nunca fui) de derecha". Y pasó a explayarse sobre el asunto: "En mi experiencia de superior en la Compañía (de Jesús), si soy sincero, no siempre me comporté así, haciendo las necesarias consultas (en referencia a las consultas que está realizando para reformar la Santa Sede). Y eso no fue bueno."
Más adelante añadió que "mi gobierno como jesuita, al comienzo, adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la compañía: había desaparecido una generación entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar situaciones difíciles, y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y personalista. Es verdad, pero debo añadir una cosa: cuando confío algo a una persona, confío totalmente en esa persona. Debe cometer un error muy grande para que yo la reprenda. Pero, a pesar de esto, al final la gente se cansa del autoritarismo."
Y pasó a detallar esa forma estricta de mostrar su determinación. "Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener problemas serios y a ser acusado de ultra conservador. Tuve un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido ciertamente como la beata Imelda (en referencia a la joven religiosa italiana Maddalena Lambertini, beatificada en 1826 por León XII ), pero jamás fui de derecha. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas (…) Todo esto que digo es experiencia de la vida y lo expreso para dar a entender los peligros que existen. Con el tiempo aprendí muchas cosas."
En relación a la "revolución" que intenta liderar en la Santa Sede, el pontífice aseguró que "las reformas organizativas y estructurales son secundarias" porque "la primera reforma tiene que ser la de la actitud: los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de calentar los corazones de las personas, de adentrarse en la noche, en la oscuridad, sin perderse. El pueblo de Dios quiere pastores y no funcionarios o clérigos de Estado."
Ante la pregunta de quién es "el Papa", Francisco no osciló en definirse como "un pecador". Citando la imagen de Caravaggio sobre "La vocación de San Mateo", el bonaerense afirmó: “Heme aquí, este soy yo: un pecador hacia el que el Señor ha dirigido sus ojos. Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba mi elección a Pontífice."
Entre otros temas importantes, el Papa le reservó un pasaje de la charla al rol de la mujer en la Iglesia, algo que consideró como imprescindible y aseguró que "el genio femenino es necesario en los lugares en los que se toman decisiones importantes".
En su opinión, "es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia, temo la solución del 'machismo con faldas' porque la mujer tiene una estructura diferente al varón, pero los discursos que oigo sobre la mujer a menudo se inspiran en una ideología machista".
Más adelante señaló que "la Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña. La mujer es indispensable para la Iglesia."
Al hablar de la institución religiosa informó que la Iglesia "es la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad."