En el marco de la 10º edición del Programa Provincial de Educación Ambiental Letra Verde, un felicianense recibió una mención por el cuento “Mi cardenal rojo Pinzón”
Se trata de Enzo Benjamín Cabral Novau del Departamento de Educación Primaria, de la Escuela Normal Superior, quien recibió una mención especial en el concurso letra verde donde participaron mas 400 obras literarias con el cuento “Mi cardenal rojo Pinzón”
Cuento
Mi cardenal rojo Pinzón
Todos los cuentos comienzan con había una vez, ocurren en reinos lejanos o en un gran castillo, pero este mi cuento no es así.
Mi cuento ocurrió en mi querido pueblo San José de Feliciano, un pueblito donde nosotros los gurises salimos a jugar a la pelota a la calle, jugamos a la mancha, a la escondida y tantos otros juegos, hasta que se hace de tardecita. Aquí la diversión nunca tiene fin, los amigos son eternos, como dice mi mamá es un pueblo tranquilo, manso como agua de pozo.
Un domingo, como tantos, que me fui a pescar con mi papá, mi abuelo, mi mamá y mi hermano, nos metimos en un monte para llegar a la costa del arroyo Feliciano. Entre aromos, ñandubay y un gran pajonal, podíamos ver a lo lejos carpinchos, virachos, garzas y un montón de pájaros que con su canto nos alegraban el camino.
Mientras caminábamos, encontré un cardenal rojo, estaba herido en una de sus patitas. Mi abuelo que sabe mucho de aves me dijo que era pichón y que seguramente algún cazador le rompió su patita con una jaula. Le pedí a mi papá que me ayude a cazarlo para poder curarlo. Porque mi mamá no es veterinaria pero siempre cura a mis mascotas.
El pobre cardenal estaba muy asustado, se escondió como pudo entre unos yuyos, mi papá al fin lo atrapo y con mucho cuidado lo pusimos en una cajita vacía de galletitas.
Cuando comenzó a oscurecer juntamos todas las cosas y emprendimos el camino de regreso, el pobre cardenal seguía asustado, para mí también estaba dolorido.
Cuando llegamos a casa mi mamá le dio pan con leche con ayuda de un escarbadientes. También le dio agua con el gotero de mis remedios.
Lo dejamos dormir en la cajita, le pusimos pasto para que parezca su nido.
Esa noche pensamos mucho como curarle su patita, mi hermano Augusto decía que había que ponerle un yeso como cuando mi primo Valentino se quebró, pero no se podía sus patitas son muy finitas y pequeñas.
Entonces a mi mamá se le ocurrió hacerle una plantilla o algo así que lo ayudara a sanar. Le puso una cuchara plástica boca abajo, se la aseguro con una piolita, parecía que estaba haciendo esquí acuático o que andaba en un patín.
Así pasaron los días y parecía que se recuperaba rápidamente. Nosotros nos encariñamos mucho y con mi hermano le buscamos un nombre. Le pusimos Pinzón, porque su copete se estaba volviendo cada vez más rojo y como mi hermano sabe mucho de colores porque le gusta dibujar y pintar se le ocurrió que ese copete era igual al color rojo pinzón.
Paso más o menos un mes y mamá le saco a Pinzón la cuchara, su patita no quedo perfecta pero ya podía caminar.
Comía solo las semillitas que le compraba en la forrajería de Don Juan. Él vivía en una jaulita que le compro mi abuela. No nos gustaba mucho la idea de que este encerrado, pero papá decía que era solo hasta que se cure. Todas las mañana lo sacábamos al patio y colgamos su jaulita en un ganchito bajo la galería y desde allí cantaba feliz.
Un día me olvide de cerrarle la puerta de su jaula cuando le puse agua en su latita. Y bueno como era de esperarse Pinzón se escapó.
Pero con mi mamá nos sorprendimos cuando en lugar de irse solo voló hasta el árbol de mora que tenemos en el patio.
Yo estaba feliz, Pinzón estaba curado y ahora era libre.
Cuando mi papá volvió de la Policía, donde trabaja, le contamos lo que ocurrió, él también se puso un poco triste pero también feliz por Pinzón.
No lo volvimos a ver por mucho tiempo. Una mañana de primavera, mi mamá entro corriendo a mi pieza y de un grito me despertó. Enzo! Pinzón volvió! Y de un salto me levante de mi cama, me vestí y salí corriendo al patio. Era verdad Pinzón no solo volvió sino que también estaba paradito en la mora, cantando como siempre, pero no estaba solo había varios amigos cardenales con él. Le puse en el piso una latita con semillitas de alpiste y bajo a comer como que nunca se había ido de casa.
Desde entonces todas las primaveras vienen a visitarme, con mi familia le hicimos un comedero y un bebedero para que siempre encuentre semillitas y agua fresca.
Pinzón era feliz siendo libre y creo que su lugar preferido era el monte junto a sus amigos, pero que siempre recordaba mi casa y pasaba a saludarme para que yo supiera que él estaba bien.
Este cuento no es cuento, es una historia muy real.
Y colorín colorado Pinzón se ha curado!
Autor: El Piscu