El propósito central de esta fecha es recordar la importancia de las otras especies animales con quienes compartimos el planeta.
Todos los 29 de abril se festeja en la Argentina el "Día del Animal". Pero, ¿por qué? Esta fecha surge en conmemoración al fallecimiento del Dr. Ignacio Lucas Albarracín.
Además de abogado, fue un gran defensor de los derechos de los animales y Presidente de la Sociedad Protectora de Animales. En homenaje a Albarracín, todos los años, el 29 de abril se conmemora el Día del Animal en nuestro país.
Albarracín, después de obtener su grado académico, decidió dedicar su vida a defender a todos los animales. Él opinaba que aún con un nivel de raciocinio inferior con respecto al hombre, no había necesidad de martirizarlos, castigarlos o gozar de su dolor.
De esta manera, Albarracín luchó contra todas aquellas prácticas donde existía el maltrato a los animales, resaltando así su amor a la naturaleza y el culto civilizado a la vida.
Por todo esto y en éste día más que nunca, debemos comprender y difundir la importancia del respeto a cada uno de nuestros compañeros de existencia, más allá de lo insignificantes o valiosos que nos parezcan.
Aunque muchos no lo saben, los animales tienen derechos que los protegen del maltrato del hombre. No nos olvidemos que si lo que nos diferencia de ellos es nuestra capacidad para poder razonar, entonces seamos humanos y los respetemos.
No a la depredación de los animales autóctonos
Argentina está bendecida por un rico patrimonio natural. Se trata de un país ha heredado 18 regiones ecológicas diferentes; es decir pocos lugares en el planeta tienen esa megadiversidad.
Entre Ríos igual: posee una exuberante variedad de población vegetal y animal. Las especies animales se desarrollan en tres biomas, determinados por la relación entre clima, flora y fauna.
En el bosque en galería, o selva mixta, que se prolonga a lo largo de los ríos Paraná, Uruguay y afluentes más importantes, abundan liebres, vizcachas, carpinchos, nutrias, guazunchos, zorros del monte y de las pampas, loros, palomas, horneros, cardenales, patos sirirí, garzas y gran cantidad de ofidios.
En el bioma del pastizal, o pradera herbácea pampeana, que cubre el centro sur de la provincia, donde el hombre más a modificado el entorno (por la agricultura), la fauna es la más comprometida, peligrando guazunchos, zorrinos, mulitas, ñandúes, cisnes de cuello negro, martinetas, perdices y cigüeñas, tordos amarillos, entre otros.
Después está el bioma del espinal, que se desarrolla en los departamentos Feliciano, Federal, Villaguay, Nogoyá, La Paz y Paraná. Allí los animales que esquivan la acción depredadora del hombre son similares a los de los otros biomas, agregándose pecarí de collar, gato montés y gato moro.
La forma más eficaz de extinguir una especie, dicen los conservacionistas, es erradicarle el ambiente donde vive. Al respecto, en Entre Ríos son varios los factores de transformación.
Por un lado el desgaste del suelo, por la intensidad del laboreo agrícola, que provoca desertización. A eso se suma la tala indiscriminada de bosques y montes, que agotan las especies. Por esta razón, la fauna del bosque talado disminuye o se ve obligada a emigrar.
Estos cambios alteran la cadena de alimentación, provocando desequilibrios. Así, la disminución de lechuzas, provoca aumento de roedores y alimañas. A menor población de zorrinos, en tanto, se reproducen rápidamente langostas e insectos que causan daños a los cultivos.
Entre los animales de la geografía provincial que no se pueden cazar, porque están en serio peligro de extinción, figuran: carpincho, guazuncho, iguana, lobito de río, ciervo de los pantanos, gato montés, mulita y comadreja ovejera.
Además de las transformaciones ambientales, los expertos hacen foco en la caza y el tráfico de fauna silvestre, que lleva adelante una depredación silenciosa e impune.
El comercio ilegal está tan diversificado que la captura de ejemplares vivos abastece a los mercados interno y foráneo para el mascotismo y a coleccionistas privados interesados por ejemplares poco comunes.
Según la Fundación Vida Silvestre (FVS), este tráfico nutre el circuito de zoológicos clandestinos; aporta pieles y cueros de felinos y reptiles, y hasta reparte aves para ornamentación de canchas de golf y consorcios privados.
El consejero de FVS, Claudio Bertonatti, ha alertado hace poco sobre la capacidad de este mercado negro para burlar la acción de guardaparques, inspectores de fauna, ONGs y miembros de las fuerzas de seguridad.
Los agentes de este mercado, sostuvo, actúan a veces de modo encubierto y en otras ocasiones exhibiendo una llamativa impunidad. Y aclara: “No es el tráfico de fauna el que extingue especies. Es la gente que las compra. Pero con la complicidad de funcionarios”.