La narradora Elida Sola, representó a Entre Ríos en el 33° Encuentro de Contadores de Historias y Leyendas de Buga, uno de los más grandes de América Latina, donde participan narradores de 11 países y eligió el mito de Lázaro Blanco, el Chasqui milagrero de San José de Feliciano.
El encuentro se hace en Buga, Colombia, cada año y algunas de sus principales características es la apertura permanente de un espacio para la expresión de la tradición oral. Hacer que la palabra recupere valor social y convertir el relato en un pretexto para proteger la memoria colectiva.
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El Encuentro de Contadores de Historias y leyendas no es comercial ni competitivo, sino un espacio de integración dentro del cual quienes participan tienen la posibilidad de compartir afectos, experiencias y conocimientos, sin las prisas que suceden por lo general en los espacios artísticos, porque su diseño es íntegramente consecuente con la expresión Encuentro.
Sola fue seleccionada junto a otras dos narradoras argentinas, que son oriundas de Buenos Aires y para su participación preparó la leyenda de La Solapa, y el mito de Lázaro Blanco, el chasqui milagrero de San José de Feliciano. Conoció y se enamoró de la historia por una amiga que vive en Feliciano, Betty Arnau.
LA HISTORIA
El Lázaro Blanco es una figura religiosa, de gran inserción popular en el norte de Entre Rios y sur de Corrientes. Su fundamento histórico es la persona de un chasqui de la actual ciudad de San José de Feliciano, Entre Ríos, de nombre Lázaro Blanco, que murió trágicamente durante una tormenta. Se le atribuyen ciertos milagros, conectados con el clima de la zona y también con cuestiones de salud y trabajo.
Lázaro Blanco, apodado “Chalo”, fue un chasqui (correo a caballo), que vivió hacia fines del siglo XIX en San José de Feliciano.
Hacia 1886, Lázaro Blanco tiene 22 años y convive con Isabel López, con la cual tuvo cuatro hijos a los cuales no pudo darles el apellido ya que para esa época Feliciano no tenía una Parroquia (que oficiaba de Registro Civil) por lo reducido de su población.
Lázaro se dedica a las tareas rurales, y es buen conocedor de la selva de montiel, que caracteriza este paraje. En base a encargos anteriores, basados en su destreza a caballo y su rapidez, se gana la confianza para desempeñar tareas de chasqui de relativa importancia.
El 7 de septiembre de 1886, el jefe de la policía de Feliciano, de apellido Hereñú, le encomienda a Lázaro una tarea importante: ir hasta la ciudad de La Paz (cabecera del distrito), distante unos 90 km de Feliciano, y traer el dinero para los sueldos de los policías a su cargo.
Adicionalmente a los problemas habituales de los caminos, el tiempo amenaza tormenta y nadie se anima a salir, sólo Lázaro reúne el coraje suficiente para emprender la tarea. Descarta usar su tordillo como flete y elije un caballo de pelaje gateado, en la creencia que el pelaje blanco atrae a los rayos, al igual que la tintura roja para el cabello.
Tras un breve desayuno en la casa del Alcalde, parte a La Paz a cumplir el encargo. El temporal se descarga tras recorrer los primeros 15 kilómetros. Se detiene y se resguarda del aguacero bajo un gran algarrobo que se encuentra sobre el camino. En ese momento, un rayo de gran potencia cae sobre el árbol, fulminando a Lázaro y al caballo instantáneamente.
Fue encontrado tres días después por el comisario Demetrio Verón, el cual dispone trasladar los restos a Feliciano, y fue sepultado en el viejo cementerio del pueblo.
NACE LA LEYENDA
Años después de este hecho, y ya casi olvidado Lázaro Blanco, una gran sequía asola la región norte de Entre Rios. Un productor rural de la zona, llamado Ciríaco Benítez, ve con preocupación como pierde toda su cosecha y su hacienda por la seca.
Durante una siesta bajo un gran árbol, Benítez tiene un sueño: sueña que un joven a quien él no conoce se le presenta, le dice que confíe en él y su cosecha será salvada; y le indica un lugar donde debe visitarlo.
Benítez va al lugar indicado en su sueño, y descubre allí una cruz de madera recordando la muerte de Lázaro Blanco en ese lugar. Al día siguiente, cae una fuerte lluvia que salva la cosecha y los animales. La noticia corre rápidamente por el pueblo, y se multiplican los pedidos de ayuda que, según los peticionantes, son atendidos prestamente.
A los pocos meses, trasladan los restos del Lázaro Blanco al nuevo cementerio, y al abrir la tumba descubren que el esqueleto de Lázaro estaba perfectamente conservado, si bien el entierro se realizó sin féretro. Esto alimenta la fama del Lázaro Blanco, que trasciende las fronteras del pueblo y se desperdiga por todo el norte de Entre Rios y Sur de Corrientes. Queda así instaurada la devoción al “Lázaro Blanco, santo milagrero” como predican los lugareños.
Hacia comienzos del siglo XX, se construye un pequeño templete en el lugar donde estaba la cruz de madera, sobre el viejo camino de tierra a La Paz. Allí la gente deja placas de agradecimiento por los favores recibidos, y se amontona una colección de objetos y ofrendas, desde vestidos de novia a zapatos y camisetas de fútbol, velas, flores, cuchillos y sombreros.