Por Miguel Ángel Fernández
Las fiestas de Carnaval eran uno de los eventos populares más importantes y esperados por la población del Feliciano de fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX. Nos referimos a aquellos festejos donde, en la fecha establecida anualmente por el calendario, la población participaba de las diversas prácticas destinadas tradicionalmente a honrar al “rey Momo”.
A comienzos del siglo XX, para evitar los excesos que estas festividades solían conllevar, el 6 de febrero de 1902, el Intendente Municipal Martín Echeverría decretó las siguientes normas:
“Art 1º. El juego de carnaval (con agua]) principiará durante los tres días a la 1 p.m, lo que se avisará por medio de una bomba de salva que será lanzada en la Plaza "Independencia" terminando dicho juego a las 7 p.m
Art. 21 Solamente será permitido el juego durante las horas que estipula el artículo anterior y con aguas que no sean servidas; siendo el de pomos libre y a todas horas.
Art. 3° Durante las horas en que está autorizado el juego con agua queda prohibido extraer aguas de los Pozos Municipales en cuarterolas u otros envases de mayor capacidad.
Art. 4° Los contraventores ...serán penados con una multa de cuatro pesos moneda nacional.”
Durante las noches, el epicentro de las diversiones carnestolendas era la Plaza Independencia, donde los felicianenses de entonces se congregaban para dar rienda suelta a la algarabía. Allí también las actividades estaban reguladas por un decreto del Departamento Ejecutivo Municipal. Entre otras prohibiciones, se establecía que nadie podría disfrazarse sin el correspondiente permiso de la Municipalidad “y previo pago en Tesorería Municipal de veinte centavos moneda nacional por cada persona y por dia, siendo obligación de cada disfrazado llevar su tarjeta de disfraz sobre el pecho y a la vista.”
Con respecto a las comparsas, muy diferentes a lo que conocemos en la actualidad, sólo debían presentar en forma colectiva “una solicitud pidiendo permiso para el disfraz, la que vendrá firmada por todos los miembros de ella”. Estas debían estar a cargo de una persona reconocida, quien estaba obligado a responder por los actos de todos sus miembros y debía acompañarlos "en todos sus actos y diversiones y no podrá este usar careta ni antifaz." En caso de infringir esta norma, los contraventores con una multa de diez pesos moneda nacional.
En las décadas siguientes se modificaron algunos de estos requisitos, como es el pago del impuesto al disfraz.
La importancia de estas conmemoraciones se evidencia en la conformación anual de la Comisión de Carnaval, donde participaban representantes de las principales familias, que a su vez eran los que ocupaban los principales cargos políticos y de la administración pública, así como profesionales y comerciantes. Analizando las nóminas de las sucesivas comisiones conformadas al menos hasta mediados del siglo XX, notamos la total ausencia de mujeres entre sus integrantes.
El inicio de los “Corsos Oficiales” cada noche era anunciado con una bomba de estruendo. El desfile de “mascaritas”, las bromas, el juego con pomo, serpentinas y lanza perfume, entre otros rituales se prolongaba hasta la medianoche, donde el estruendo de otra bomba marcaba el final de la jornada de algarabía.
Avanzando en el tiempo, el Decreto N° 31 (4 de febrero de 1967) reglamentó “el juego con agua durante los días de carnaval”. Allí se prohibía terminantemente “jugar con agua en horas de la mañana” [y permitía]…hacerlo con la debida moderación dentro del siguiente horario: 12 a 19 y de 24 horas en adelante.”
El Miércoles de Ceniza, que marcaba el inicio de la Cuaresma, era el final del jolgorio carnavalesco, donde por unos días se permitían algunas licencias y coexistían en el mismo espacio público, integrantes de las distintas clases sociales.