Por COVID-19
Además de las medidas sanitarias, la enseñanza presencial durante la pandemia presenta nuevos retos que requieren de una capacidad de adaptación constante.
Distanciamiento social. Mascarillas. Educación híbrida, presencial y online. Burbujas de convivencia. Gel alcohólico, desinfección, confinamiento y protocolos de actuación.
Un retorno que presenta, además, numerosos desafíos emocionales y psicológicos que alumnos y profesores tendrán que afrontar en los próximos meses, y que les exigirán una permanente capacidad de adaptación.
Más allá de las medidas de contención sanitarias, los docentes han empezado a recibir en sus clases a unos alumnos cuyas vivencias estos meses han sido muy diferentes.
Algunos habrán disfrutado del contacto con la familia y de una menor presión académica, mientras que otros habrán pasado por experiencias difíciles y potencialmente traumatizantes.
Para la mayoría, el mayor reto será ahora mantenerse motivados por aprender a pesar de la incertidumbre acerca de cómo la pandemia afectará a sus estudios y a su vida, con la posibilidad de nuevos confinamientos y una vuelta a las clases en remoto.
La gestión de las emociones nunca es sencilla. Menos aun cuando los niños llevan meses sin ver a sus amigos y profesores, que antes los acompañaban en su día a día.
Es recomendable que, los padres hagan lo mismo que hicieron cuando se empezó a salir a la calle: explicarles cómo va a ser todo. Con los niños funciona mucho el anticipar y explicar. Los menores tienen mucha plasticidad mental, su capacidad de adaptación es muy grande.
Estar preparados antes un cierre de aulas
En el caso de tener que volver a casa por un positivo o por aislamiento por un posible contagio, tendremos que gestionar la tolerancia y la frustración de los niños/as.
Conseguir un aprendizaje efectivo es otro de los grandes retos, en este sentido se apelará a la adaptación tanto de los niños/as, como de los profesores quienes deberán interactuar entre el aprendizaje presencial y la educación online.
De la distopía a la eutopía: tenemos la vacuna se llama educación emocional.
Sufrimos y seguimos viviendo en un contexto inédito. La realidad, nunca mejor dicho, se ha impuesto a la “ciencia ficción”. Todos/as, en mayor o menor medida, hemos tenido la experiencia de estar dentro de una película (para algunos de acción, pero para muchos de terror).
Y el “bicho biológico” vino acompañado por el “psicovirus”. Cuidado, con identificarlo con nuestras emociones. No hay virus emocionales. Nuestras emociones no son víricas ni infecciosas. En realidad, habría que entenderlas analógicamente como una respuesta psico-inmunológica de nuestra mente/cuerpo.
Las emociones cuando cumplen su función adaptativa se enfrentan exitosamente al virus, pero cuando se desajustan, cuando no cumplen con su finalidad de supervivencia, se transforman en agentes dañinos/tóxicos y nuestro sistema inmune se vuelve contra nosotros.
Cuando el sistema inmune-emocional está deprimido competencialmente, es frágil, somos vulnerable; pero cuando está fortalecido tiene capacidad de
resistir el ataque y con ello hacerse más fuerte (resiliente). Y aquí está la buena noticia: ya tenemos vacuna, la educación emocional.