Convulsionada. La ciudad boliviana está alterada por la llegada del rosarino. Evo Morales quiere condecorar al “10” y dio a entender que le pedirá al Papa apoyo al reclamo por la salida al Pacífico.
La primera caminata por La Paz sorprende, y no sólo por el hecho de comprobar que aquello de los efectos de la altura no es puro cuento.
Los contrastes surgen a cada paso: calles empedradas y grandes avenidas, el cemento y la montaña, edificios modernos y la no menos imponente arquitectura colonial del centro histórico, los costosos trajes de estilo europeo de algunos transeúntes y las sencillas vestimentas de las cholas, los grandes restaurantes y los puestos donde la gente hace fila para comerse una “salteña” a media mañana.
Todo bajo la mirada del omnipresente Cerro Illimani (6.465 metros), el pico más alto de la Cordillera Real. La Plaza Murillo, que honra la memoria del precursor de la independencia boliviana, es la referencia obligada para los que visitan por primera vez la ciudad.
Está ubicada frente al Palacio de Gobierno y la Catedral Metropolitana. Allí causó ayer un gran revuelo la inesperada presencia del presidente Evo Morales, quien al mediodía dejó su despacho y se cruzó para inaugurar un plan de consultorios odontológicos móviles que se instalarán en todo el país.
La sencillez del acto hizo inevitables otros contrastes. Evo habló bajito, sin sobreactuaciones, y todos los escucharon con respeto y atención.
No hubo bombos ni platillos, apenas un centenar de personas que acudió advertida por el acto, o que simplemente pasó por allí. Entre estos últimos, el enviado especial de Mundo D.
El presidente Morales saludó a todos y cada uno, y hasta se quedó a charlar amigablemente con un grupo de trabajadores. Cuando le preguntaron si iba a estar hoy en el estadio Hernando Siles, prefirió mantener la incógnita.
Con gesto resignado, Bruno Santillán, vocero del Ministerio de Salud e hijo de madre tucumana, reconoció que ese tema se maneja como “secreto de Estado”.
Sí trascendió, a través del embajador argentino en La Paz, Ariel Basteiro, que “seguramente” habrá un encuentro formal entre el primer mandatario del vecino país y Lionel Messi, la estrella del equipo argentino.
El domingo pasado, Morales se deshizo en elogios hacia la figura del capitán albiceleste, a quien considera algo así como un Dios del fútbol moderno. “Estamos haciendo las gestiones para poder condecorarlo como el mejor futbolista del planeta”, reconoció.
También habló de la importancia que tiene la visita de “la Pulga” a su país: “Los bolivianos irán a respaldar a nuestra selección, pero muchos de ellos comprarán la entrada para ver a Messi, estoy convencido.
Cuando viajo al campo veo a niños y jóvenes con poleritas de Barcelona que llevan atrás su apellido, y es que sueñan ser como él”.
En los medios de prensa bolivianos aquellos elogios al crack rosarino habían quedado opacados por el anuncio de Morales acerca del inminente inicio de una demanda en el Tribunal de Justicia de La Haya por la restitución de la salida al Océano Pacífico, perdida en la guerra con Chile de 1879.
En tal sentido, algunos diplomáticos y políticos de Bolivia ya habían deslizado la posibilidad de un pedido formal de mediación o acompañamiento al flamante papa Francisco, pero Morales nada había dicho sobre el asunto.
Cuando este cronista logró arrimarse al gobernante, se lo preguntó, y Evo asintió con un gesto y una sonrisa, y reforzó la respuesta con un apretón de manos. Sorprende La Paz.
Ya de regreso al hotel, y dispuesto a tomar la “pastillita mágica” que nos recetaron para aminorar los efectos de la altitud, en la peatonal retumba el tema “Cómo olvidarla”, de Rodrigo, en un pequeño grabador, y la marcha atrás resulta inevitable: “Me llamo Andrés y viví en Córdoba cuando era chico, ¡me encanta ‘el Potro’!”.
El hombre está feliz, aunque las monedas que le dan apenas alcancen para lo básico, y nadie quiera darle trabajo porque perdió la vista a los 5 años en un accidente doméstico. Él nunca podrá ver a Messi, pero seguramente seguirá escuchando a Rodrigo.